24 nov 2008

A los 90 años, cumplió el sueño de ser bachiller

Dejó por motivos económicos a los 17. Retomó en 1992 y en abril rindió su última materia, Matemática.
Cuando don Humberto Domínguez tenía 17 años de edad, decidió no seguir el secundario, por una causa noble. Su madre, doña María Angela Ferreira (que ya había enviudado), lo había elegido a él, y no a Emma su hermana mayor, para que termine el bachillerato. Esto implicaba que el joven viaje a Salta desde la Finca Santa Rita (Jujuy), para estudiar en el Colegio Nacional, donde lo tenía como profesor, nada más y nada menos, que a Juan Carlos Dávalos, el ilustre poeta salteño.Antes de la partida de su hermano, Emma, recién recibida de bachiller, no paró de llorar durante toda la noche: "Cuando me levanté, le pedí a mamá, que sea Emma la que se vaya. Yo podía esperar". Emma, falleció hace dos años, a los 92. Y siempre le agradeció el gesto a Humberto porque ella llegó a ser la primera farmacéutica matriculada del norte argentino. Hasta aquí, pasaron 26.700 días (uno más, uno menos), y muchas cosas en la vida de don Humberto, y de aquella decisión. En 1956 conoce a Karolina Konawal quien le da dos hijas, Josefina y Sonia, médica y maestra respectivamente. Con una victrola y por correspondencia, estudió inglés. Desde Buenos Aires, les enviaban unos discos de pasta con las clases. Así, llegó a ser profesor en un colegio de la localidad jujeña de Yuto. "Como no había energía eléctrica en la finca, estudiaba con velas. Cuando me cansaba, ponía valses en la victrola y bailaba con mis hijas", cuenta él. Al fallecer su madre, Humberto se hizo cargo de la Finca Santa Rita. En 1a década del 70', con la llegada de Perón a la Argentina, es nombrado intendente de la Municipalidad de Yuto (Jujuy), el pueblo donde iba a vender sus quesos de cabra. En 1988 se jubiló como Secretario de Gobierno de esa comuna, con un haber que no alcanza los 800 pesos. En 1992, don Humberto y su esposa vivían en Salta. "Y para no estar de ocioso", decidió terminar el bachillerato "porque leí en el diario que había un curso a distancia. Como yo había estudiado inglés, electricidad y parapsicología por correspondencia, me dije le meto, total." lo recuerda con una sonrisa.Así, su hija Josefina, lo inscribió en el Sistema Modular de Educación a Distancia (SIMAD) dependiente del Ministerio de Educación de Salta. "El programa contenía 12 materias. Con la compañía de mamá que le cebaba mate y estaba ahí al lado de él, ese año metió once materias y le quedó matemáticas" dice la doctora Josefina: "es que no entendía las ecuaciones y deje todo" lo confiesa el flamante egresado.Hace cinco años, él enviudó. Y cuando todo parecía estar en el olvido, durante un almuerzo en marzo de este año, Josefina le recriminó a sus hijos Carlos y Mariana, el porqué se llevaron a rendir materias: "Háganle caso a mamita. Estudien, sean algo en la vida", alcanzó a decir el abuelo a sus nietos. "¿Quien habla? Deberías darles el ejemplo" le retrucó Josefina. A los postres, don Humberto pidió un profesor.Al día siguiente, el profesor de matemáticas, Eduardo Robador, inició las prácticas. Veinte días después, en la primera semana de abril, se solicitó mesa en el SIMAD. "Cuando llegamos con papá, y por su hipoacusia (sordera), lo sentamos adelante y le digo en broma: 'es para que no copies a tus compañeros'. Eran muchos, y todos adultos pero que no llegaban a los cuarenta años. Al término del examen, todos nos sorprendimos porque lo aprobó con un diez", concluye Josefina.

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