23 ago 2008

Invitación al viaje. Lolita Torres, Bioy Casares y La pata de mono

Yo era bastante joven y él, un anciano notablemente hermoso, buen mozo y famoso -me gusta rimar.
Estábamos en una de las Ferias del Libro que nos regala abril, desde hace años, en Buenos Aires; él tristón y sentado junto a un mostrador con sus obras, yo merodeando por todos los rincones de los atlas, colecciones de arte y otros pasatiempos (La invención de Morel).
Hacía poco que había muerto Borges, ¡y me acerqué a darle “el pésame” a Bioy Casares! (Bioy Casares y Cortázar).
Como acababa de comprar una nueva edición de la antología de literatura fantástica seleccionada y traducida por él, su mujer Silvina Ocampo (Literatura argentina: notas y entrevistas) y Borges, nada me pareció más apropiado que hacérselo dedicar al autor que se encontraba presente -el muerto estaba en Ginebra, Silvina en su casa.
Tomó su lapicera de oro, abrió el volumen y preguntó mi nombre -yo era en esa época, para todos, “Morita Torres”.
Su expresión melancólica viró a pícara: había encontrado el modo de hacer un chiste entre tanta vana solemnidad: “¿Lolita Torres?”, preguntó, pero no esperó mi resentida respuesta y escribió: “Para Lolita Torres, mi actriz predilecta, con el cariño de Adolfito”.
Cerró el libro y no vi hasta llegar a casa la dedicatoria, pero de entre los cuentos y relatos me recomendó leer primero “La pata de mono”, de W.W. Jacobs.
La broma respecto de que yo era la muy célebre (mundialmente) Lolita Torres, no tenía nada de inocente; Bioy confesó muchas veces su afición por actrices y vedettes, aunque ella era talentosa, de belleza angelical y casta.
Leo “La pata de mono”
Siempre me habían interesado los orígenes de la tradición -tanto oriental como occidental- de pedir tres deseos y también de callarlos, de convertirlos en un secreto hasta que se cumplieran.
En el relato indicado por el sarcástico Bioy Casares, relato del que muy poco puedo decir a riesgo de que me “linchen” los amigos interesados en leerlo -lo recomiendo, espanta de verdad-, los deseos formulados a una retorcida pata de mono que tiene el poder de concederlos se cumplen uno a uno, pero con sutilezas de nigromante W.W. Jacobs consigue que tal concreción se convierta en terrible desventura.
Los tres deseos buenamente cumplidos
Pero no hay que inquietarse; todas las culturas, como dije, sostienen que si uno pide buenos deseos, se cumplirán y no ocurrirá más que eso, la alegría de conseguir algo muy preciado.
Cuando caen las estrellas fugaces es muy oportuno pedirlos (La estrella resplandeciente. Fábula. Siglo XXI).
Cuando por equivocación nos enfermamos -sí, nos enfermamos por equivocación- es excelente pedir buenos deseos para los otros, para los que tienen aún más problemas que nosotros (A través de los ojos de los niños)
Salud, dinero y amor
Se me ocurre que dentro del mundo convencional alguien inventó este abracadabras perfecto para resumir los tres deseos: uno va por ejemplo a la Fontana de Trevi y -mientras se tropieza con el fantasma de Anita Eckberg, o de Mastroianni, o de Fellini-, suelta una moneda y su mente ya está entrenada para que sin escarbar mucho resurjan las palabras “salud, dinero…”.
He pensado mucho en esta fórmula de la felicidad, desde hace tiempo que lo pienso (Ser feliz, neurociencia y deseo).
Empecé a examinarla preguntándome por el orden de los “factores”: primero la salud, luego el dinero, por último el amor.
Si miramos como personas que buscan “éxito” en el presente, algo le está faltando.
Deberían poder pedirse cuatro deseos para triunfar en lo mundano: salud, dinero, amor y conocimiento.
Si miramos como personas que finalmente despertaron, o derribaron falsos ídolos, todo le está sobrando (”Budismo” ), ya que la idea es no tener deseos; y esta idea no es sólo de las filosofías budistas, hinduistas, cristianas, islamistas; es también la verdad de Séneca y Epicuro, por ejemplo: no desear, para vivir en plácido contento.
Pero ya estoy llenando de nombres culturosos el blog…; les cuento, yo no soy nada culta en general, pero en estas materias me dediqué desde chica a leer a esa gente y mi memoria no las apaga.
Claro que creo que cada mensaje de cada uno de ustedes escrito con el amor que no se pide entre secretos es más valioso que cualquier filosofía, que los que nos dejaron Sócrates y Plotino y todos esos de los que César gustó y abandonó, María Celeste gusta y Joise trasciende mientras Osvaldo y José se convierten en grandes narradores, Soledad en Maestra, Socorro en una inteligente iconoclasta, Gloria y Blanca disfrutan con Norma de la gloria y algún “descarriado” aporta un trozo de penumbra.
Los abrazo y les pongo en las manos esta frase de Saint Martin escrita en pergamino: “Hay seres a través de los cuales Dios me ha amado”.
Gracias también a Norma, a los poetas Vancho I y Nerudaoruga y a aquellos en quienes pienso en silencio por hoy, por falta de espacio.
Mora Torres

http://www.monografias.com/blog/2008/08/20/lolita-torres-bioy-casares-y-la-pata-de-mono/#comment-11719

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